Epístola elevada al infinito




Es bella la equidad en los amantes
Anacreonte.


A veintisiete de octubre de la Nueva Era
voy a poner mi juego sobre la mesa
sin tapujos
aprovechando que piensas ahora mismo en mí:
simplemente un comodín
que es sólo tuyo, si me aceptas.
Así de claro.
Te propongo ser felices lo que dure
amarnos con el alma y con el cuerpo
hacernos ideales de la carne
antes que el ideal desaparezca.
Te propongo, perdido por perdido,
caer en el error, martirizarnos,
antes que nuestros ojos nos diluyan;
luchar por una vez por algo.
No digas nada. De momento no
digas nada. Aún no sabes nada.
Algún día
te hablaré después de cuatro vodkas
de que el único doble en mi baraja existe.
Cuando me atreva ya no será un poema.
Nos reiremos. Pero menos te ofrecería
un hombre.
Rozar juntas el vértigo de la ficción
hasta que no se derrumbe esta mentira,
hasta que no se derrumbe esta mentira,
hasta que no se derrumbe esta mentira,


Silvia Rins, Apología de las sombras, Devenir, Madrid, 2016.